Ante la Cuaresma de 2012
Queridos diocesanos:
Cada día la oración de la Iglesia que llamamos Oficio Divino o liturgia de las horas inaugura la jornada con el salmo 95 (Vg 94), un himno invitatorio de alabanza a Dios y de proclamación gozosa de sus obras en la creación y en la historia de Israel. Al comienzo de la segunda parte, antes de evocar el episodio de Meribá cuando el pueblo se rebeló contra el Señor en el desierto, el salmista advierte: “¡Ojalá escuchéis hoy su voz!” (v. 7), para que no se repita aquella amarga experiencia del endurecimiento del corazón olvidando las obras de Dios y desoyendo su palabra.
He querido recoger este mensaje de la liturgia cuando estamos a punto de entrar, un año más, en el desierto de la Cuaresma, tiempo simbólico que representa esta vida para poner a prueba nuestra propia fidelidad a Dios y nuestra capacidad de dedicarnos a lo verdaderamente fundamental, nuestra salvación. Para darnos ejemplo de cómo hemos de comportarnos, Jesucristo mismo, el Hijo de Dios hecho hombre, superó esta misma prueba tal y como se describe en el evangelio del domingo I de Cuaresma. La clave está en “escuchar la voz de Dios”, su palabra de vida y salvación, aunque para ello sea imprescindible desoír otras voces y palabras, más halagadoras y gratas, quizás, pero no las que de veras pueden fortalecer nuestra voluntad débil y ayudarnos a vencer el pecado que anida en nosotros en forma de pensamientos torcidos y deseos deshonestos.
En el presente curso pastoral estamos comprometidos como Iglesia diocesana a seguir al Buen Pastor reconociendo su voz (cf. Jn 10, 4b), dentro del plan 2009-2014 centrado en la escucha de la palabra de Dios para dar fruto (cf. Mt 13, 23). Por eso permitidme exhortaros a vivir la Cuaresma en profundidad, participando más intensamente en la vida parroquial y comunitaria, en la misa dominical y en la diaria, si podéis, en una más provechosa lectura de la Palabra divina, en una oración personal más prolongada e intensa, en los actos de piedad de este tiempo y, muy especialmente hoy dadas las presentes circunstancias de crisis económica, mediante una vida austera para poder ayudar a quienes lo necesitan. La penitencia cuaresmal, es decir, el ayuno y la abstinencia, debe tener esta función social añadida, hoy ineludible.
Os lo ha recordado el Papa Benedicto XVI en su mensaje para la Cuaresma de este año, titulada: «Fijémonos los unos en los otros para estímulo de la caridad y las buenas obras» (Hb 10, 24).La limosna ha caracterizado siempre este tiempo litúrgico junto con la oración y la penitencia señalada antes. El texto bíblico citado por el Papa nos exhorta a mirar al que está a nuestro lado, los unos a los otros, como expresión del amor al prójimo y de la responsabilidad respecto a quienes son también criaturas de Dios, máxime si padecen necesidad. Se trata de la mirada del buen samaritano que no pasó de largo ante la desgracia ajena (cf. Lc 10, 30-37). La ayuda que debemos prestar será económica en unos casos, pero espiritual en otros. El mensaje pontificio señala también que la ayuda ha de ser recíproca, para edificación de la caridad y de la santidad de todos. En consecuencia, os pido que toméis muy en serio la Cuaresma de este año, para que la situación de tantas familias y de tantos jóvenes no sea insoportable. La cruz llevada entre muchos se hace menos pesada.
Con mi cordial saludo y bendición:
+ Julián, Obispo de León
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