Queridas familias.
Estamos en Semana Santa , la semana, más grande para los cristianos, la celebración de la pasión, muerte y resurrección de nuestro Señor Jesucristo.
Podemos vivir esta semana de dos maneras: una hacia fuera, y la otra hacia adentro. La primera, es tiempo de procesiones, de bullicio en las calles, en ocasiones perdiendo de vista cual es el centro de la semana. Y la segunda, es en la que las celebraciones litúrgicas, tan ricas de signos y símbolos, nos adentran en el misterio salvador de Cristo.
Parece que nuestro recogimiento interior, nuestra oración, es más fértil, más fluida.
Podemos y debemos conjugar las dos maneras, en la calle, viendo la plasticidad de las imágenes que nos deben llevar a la oración; que tenemos que compartir en las celebraciones comunitarias, porque es en ellas, donde vivimos, lo que vemos en las procesiones,
Meditemos, con amor, en esta Semana Santa, los sagrados misterios de la Pasión del Señor,las palabras que Él mismo pronunció durante su agonía, las que dice mientras está siendo crucificado.
Y como ha dicho hoy, Domingo de Ramos, S.S. Francisco respecto a la cruz, el Papa nos recordó que la entrada triunfal en Jerusalén era un preludio del camino de la Cruz, e invitó a todos a: «vencer el mal que hay en nosotros y en el mundo». También nos exhorto: «no tener miedo al sacrificio. Pensad en una mamá o un papá: ¡cuántos sacrificios! Pero, ¿por qué lo hacen? Por amor. Y ¿cómo los afrontan? Con alegría, porque son por las personas que aman. La cruz de Cristo, abrazada con amor, no conduce a la tristeza, sino a la alegría».
Al ver a Cristo en la cruz, sintamos el amor que nos tiene, que sufre así por nosotros. Dispongámonos a seguirle, a amar como Él nos ama.
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