(Publicado en “La Crónica de León” el 17-XII-2011)
Pensaba haber dedicado este artículo a la glorificación de diez leoneses, jóvenes misioneros oblatos de María Inmaculada que hoy mismo son declarados beatos junto con otros 12 compañeros de hábito y un seglar martirizados en Paracuellos de Jarama. Su único delito fue ser religiosos. Pero la muerte de otros 690 “santos inocentes”, camuflada bajo la aséptica expresión “interrupción voluntaria del embarazo”, me obliga lleno de tristeza a cambiar de tema. No es un triunfo el que las cifras, similares a las de 2009, sean ligeramente inferiores a las de 2008, 772 “interrupciones” o a las de 2006, 813. Tampoco es grato quedar los segundos en la Comunidad Autónoma en este ranking, ni consuela el que las protagonistas sean preferentemente solteras entre 20 y 30 años, ni que hayan descendido los casos en menores de 25 años.
Asusta la frialdad del Ministerio de Sanidad al desglosar la estadística en porcentajes, motivos, causas, perfiles de la mujer, etc. Por lo visto son méritos de la Ley que entró en vigor el 5 de julio de 2010, calificada de “eficaz” por la señora ministra en funciones, el presentar el aborto como un derecho de la mujer, y el que las jóvenes puedan interrumpir su embarazo sin consentimiento paterno a partir de los 16 años y de forma “libre”hasta la semana 14 de gestación. Penosa estadística, verdadero suicidio de nuestra sociedad, cada año más despoblada y envejecida, cegando las fuentes de la vida humana. Porque esta es la más grave de todas las crisis, incluida la económica, al afectar al más sagrado de los valores, el respeto a la vida de un inocente. Si la maternidad puede ser libremente decidida, la eliminación del hijo ya concebido es un gravísimo atropello y, desde el punto de vista religioso, un horrible pecado. Es una falacia afirmar el derecho de la mujer a la libre disposición de su cuerpo, sobre todo cuando lleva en él un ser humano distinto de ella y sujeto ya del primero de los derechos de la persona, que es el vivir. Por cierto, la famosa píldora del “día después” que “reduce” el número de abortos, no es un simple fármaco para curar sino un medio que acaba también con una vida humana incipiente al impedir la anidación del cigoto.
Ante este panorama cobra aún más mérito la decisión de la mujer que, pese a las presiones externas de cualquier tipo, continúa con el embarazo no deseado. Como es admirable y altamente valiosa la dedicación de las personas que prestan su apoyo a las mujeres gestantes. También es importante el testimonio de las asociaciones de mujeres víctimas del aborto que ayudan a la sociedad a recapacitar. Pido a los católicos y personas de buena voluntad que no dejen solas en su angustia a las mujeres tentadas de abortar y que les ofrezcan ayuda o las pongan en contacto con las asociaciones “Pro vida”.
+ Julián, Obispo de León
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