Ante todo darle gracias a Dios por el gozoso Encuentro Familiar que vivimos en el día de ayer. Comenzábamos a las 17:30 en la Capilla de la Virgen. Recibimos como un bálsamo las palabras de D. Garcilaso, Párroco de Renueva que dirigió la Meditación: Redescubrir la grandeza de lo pequeño: todo un Dios abajándose hasta encarnarse en el cuerpecito inocente de un recién nacido en un pesebre. Rezar estos días delante del belén familiar sin descuidar la presencia cercana de la Palabra. Crear espacios para leer esa Palabra y meditar sobre ella con los nuestros, en familia como no podía ser de otra manera. Mientras tanto, nuestros hijos celebraban su particular velada prenavideña con Sor Lucía, dominica misionera que les contaba sus experiencias con los más desfavorecidos allá por las lejana tierras de Camboya y Chile. Dibujaron, cantaron, rieron y rezaron. Especialmente emotiva la sorpresa que Maxi nos tenía reservada: la cruz con dos anillos tallada en madera con la inscripción MFC que a partir de ahora presidirá nuestros encuentros quincenales, un nuevo impulso y quizá también por qué no una señal de que nuestra amistad se consolida.
A las 18:30 celebramos la Eucaristía con el resto de la comunidad parroquial. Los niños participaron activamente en la presentación de las ofrendas.
Finalmente compartimos un café tertulia con las viandas que aportamos: las magdalenas de Maria Dolores, la tarta de Mari Mar, las quesadas de Merce, las pastas de Camino. (¡qué bonito compartir la mesa de esta manera!). En total siete matrimonios y otros amigos que quisieron unirse a la celebración mientras los nueve niños vivían su propia fiesta.
Al final rezamos todos juntos y despedimos el acto con la felicitación navideña de nuestro Consiliario. Todo el acto fue realmente emotivo y entrañable pero me quedo con un momento, escuchar a coro el Ave María de labios de los niños. Tal y como Paco dijo acertadamente al final del acto parecían los coros celestiales. Los niños, siempre los niños...
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